El reto del demiurgo, por @FaniGrande

El único consuelo que tiene no ser una de las protagonistas de El Carmín Rojo de Héctor Casero es haber tenido la suerte de conocer a este osado demiurgo que ha creado un mundo femenino tan diverso.

A una edad insultante, en la que cualquiera con dos dedos de cerebro se hubiese ido a la playa a descansar después del primer año de periodismo, Héctor se (im)puso el reto de escribir un relato cada día y publicarlo en su blog. Para los no escribidores, a saber: un relato cada día son palabritas mayores. Hay que elegir un personaje, ponerlo en un contexto, montarle un escenario de actuación, pensarle una biografía, ponerle voz, acción, vestirlo hasta con complementos, y darle una estructura coherente al escrito para que, leído por otra persona, tenga un sentido. Eso hizo Héctor cada día durante casi sesenta días; el tiempo que estuvo sin clases en la Universitat Jaume I donde estudia periodismo, esa profesión en horas bajas que él, más que estudiar, profesa, por la pasión con la que habla de ella. Desde luego, será periodista o no será, y por eso he empezado hablando de la suerte de conocer a una persona tan comprometida con lo que es el periodismo de verdad, y con lo que significa el ejercicio de la profesión. Da gusto saber que algunos profesionales del futuro tienen claro desde el minuto uno qué es lo que NO quieren hacer y por qué no venderán su alma al diablo. Es una suerte porque lo que provoca es muchísima esperanza en quienes estamos en los medios de comunicación tantos años ya con algunos sueños quebrados, otros inalcanzados y en proceso de creación los más recientes. “Fracasarán mejor que nosotros”, pensaba mientras lo veía echar chispas por los ojos argumentando, con esa nobleza suya que te desarma, cómo y por qué no aceptaría lo inaceptable “si fuera periodista”. Y yo pensaba: “ya lo es”.

A esta inapelable decisión de ser bueno en su oficio, Héctor ha unido las ganas y la necesidad de contar historias, de inventarse personajes y de insuflarles vida propia. Y lo ha hecho con osadía, con esa osadía de los valientes que no saben dónde se meten pero que tienen claro que por algún lugar saldrán. Ha escrito también con la magia del prestidigitador de toda la vida que detrás de un pañuelo de color saca otro del sombrero del mago, y otro, y otro, y otro más brillante todavía… Así ha ido sacando Héctor de su sombrero a una mujer tras otra en este Carmín Rojo, y así hemos ido viendo salir a Luz, Esther, Guadalupe, Olivia, Laura, Carmen, Sofía, Soraya, Teresa, Diana, Itziar, Maribel, Adela, Fiona, Helena, Inés, La Toñi, Belinda, Bárbara, Josefa… Las hemos visto en habitaciones de hotel, en conventos de clausura, en oficinas, en quirófanos, en orillas de playa, en consultas del médico, en cárceles franquistas, y hasta en Kabul, donde ha llevado a una de ellas para liberarla de esa pesadilla de tela llamada burka en la que demasiadas mujeres duermen todavía.

Como lectora, he tenido la sensación mientras leía alguna historia que la escritura de Héctor se me adentraba como una cámara intravenosa y era capaz de captar los tejidos más blandos del cuerpo para (ex)ponerlos a la vista. Líneas que entraban suaves a lo más recóndito de las emociones, recopilando sensaciones, sentimientos, anhelos, deseos, suspiros, y poniendo luz en unas palabras que, al final, acabas bebiéndote como un elixir de placer literario de cuyos bordes no quisieras despegar tus labios, pintados de carmín. Carmín rojo.

Fani Grande. Guionista y escritora. Autora de ‘El Fémur de Eva’.

Texto publicado originalmente, como prólogo, en ‘El carmín rojo’

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